“…un apresurado Barry Allen se despide de Felicity y se dispone a ver por la tele, el encendido del Acelerador de partículas que los Laboratorios S.T.A.R. llevan años desarrollando. Mientras, el Doctor Wells desoye los consejos de retrasar el encendido debido a la tormenta que se cierne sobre Central City. Al activar el Acelerador, se genera una onda expansiva que hace que un relámpago impacte en Barry, dejándole en coma…un héroe ha nacido. ”
Con esta premisa, arranca el resurgir
televisivo de The Flash. Un regreso, encaminado a compartir con Arrow los
esfuerzos por construir un hábitat en el que desarrollar el Universo DC en la
pequeña pantalla. No obstante, pese a dar sus primeros pasos en la serie del
Arquero Esmeralda y que sea frecuente el contacto entre los personajes, ambos
productos no podrían ser más diferentes.
Esta vez, en la CW han sabido
zafarse de los convencionalismos que, en mi opinión, lastran a un Arrow
demasiado bajo la sombra del murciélago y han apostado por una serie fresca y
luminosa que apoya su éxito, en primer lugar, en un estupendo casting encabezado por
el joven Grant Gustin.
Los veinticuatro años del actor
arrugaron el morro de muchos fans que anticipaban una versión juvenil de las
aventuras del Corredor Escarlata, cercana al Kid Flash de Wally West.
Sin embargo, Gustin ha sabido
hacerse con el personaje y los guionistas le han dado una faceta Peter“un-gran-poder-conlleva-una-gran-responsabilidad” Parker que es uno de los aciertos de The Flash.
Y es que este Barry Allen tiene
ese encanto del trepamuros, que compagina los traumas del pasado (la búsqueda
de esa misteriosa mancha amarilla, responsable de la muerte de la madre de
Barry y de que, desde entonces, su padre esté en prisión por ese crimen) con un
humor y un optimismo que te encariñan con él desde el minuto cero.
Su juventud también favorece el
juego paternal a tres bandas entre el honesto Detective de Policía Joe West, padre
adoptivo de Barry; la ambigüedad del taimado Dr. Harrison Wells, líder de
S.T.A.R. Labs y también mentor de Flash, al que ayuda a llevar al máximo sus
poderes, mientras persiguen a los meta-humanos, generados por la explosión
del Acelerador de partículas; y el afligido Henry Allen, progenitor del
protagonista, injustamente encarcelado e interpretado por John Wesley Shipp, el
Flash de la serie de los 90.
Los guiños a la serie original no
se van a limitar sólo a eso y, en esta primera temporada, hay un capítulo
memorable en el que aparece un peligroso personaje del pasado, lleno de bromas
y fuerza. No obstante, esta nueva The Flash dista mucho del diseño más naif de la clásica, y tiene una calidad
de FX, poco habitual en el formato televisivo, que permite batallas colosales
entre nuestro héroe y su extensa galería de villanos.
Así mismo, la serie, tras cruzar
su ecuador, cobra un mayor vuelo, y pasa de los enfrentamientos contra el
enemigo de turno, a tramas más ambiciosas que ofrecen acción, romance, luchas
tecnológicas, intriga, viajes en el tiempo, y la sensación de contemplar un
universo que se expande y que pronto contará con nuevos habitantes.
Así que, escuchen mi consejo y
apuesten al rojo.
Celebren su próximo 60º aniversario, viajen a la soleada Central City
y persigan la estela del Relámpago Humano.
Sientan el poder de la velocidad
y disfruten de la mejor serie de superhéroes del momento, en dura pugna con ese
justiciero carmesí que ya se atisba en los callejones de Hell´s Kitchen.
Vibren con las aventuras de The
Flash y pongan su fe en esa intro que afirma categórica:
My name is Barry Allen and I´m
the fastest man alive!
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