Hablando de "EL NOMBRE DEL VIENTO"



“Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba un silencio, un silencio triple.”

Así da comienzo “El nombre del viento”, el primero de los libros de la trilogía “Crónica del asesino de reyes”, donde se nos cuenta la historia de Kvothe, un arcanista, amante de la música y enamorado hasta las trancas, camino de convertirse en una leyenda viva de su tiempo.

Por hacer una sinopsis ligera y sin muchos spoilers, podemos decir que la historia de Kvothe es la historia de un personaje que oculta su verdadera identidad, regentando una posada junto a su discípulo y amigo Bast. Un buen día, aparece un escribano dispuesto a contar la biografía del que él cree que es uno de los personajes más grande de su tiempo. Kvothe terminará por contar su verdadera historia a este cronista y será así como el autor nos trasporta a los días de gloria del personaje. “El nombre del viento” tiene una idea original sobre la que se construye la novela, y es que, conocer las cosas, pasa por conocer el verdadero nombre de las mismas, y eso te da poder sobre ellas. Esta original propuesta nos va a llevar por un viaje con el personaje protagonista, desde su infancia como parte de una troupe de músicos itinerantes, a la universidad, donde intentará convertirse en un gran mago arcano, pasando por el encuentro con su mentor y el motivo que le llevará a querer conocer el nombre del viento.

Aquellos acostumbrados a leer fantasía, sabrán de los que les hablo cuando se menciona esa sensación que flota en el aire, de que nada es realmente original; parece que cada nuevo libro es el resultado de mezclar en diferentes proporciones los mismos ingredientes de siempre. Para los lectores de este género, suele ser fácil encontrarse con ese personaje poderoso pero contenido; a este cliché responde nuestro protagonista y que nos recuerda un poco, sólo en lo relativo a esto,  a ese mago Istari, al que el mismo Eule trajo de vuelta de entre los muertos. Esto, al fin y al cabo, no deja de ser un “cliff hanger”;  sabemos de qué es capaz el personaje pero nos lo dosifican, de este modo, el momento épico, resulta serlo aún más. También suele ser fácil reconocer al compañero fiel, Bast, el discípulo de Kvothe, de origen fata y que recuerda al entrañable Jiriki de la saga “Añoranzas y Pesares”, que ya de por sí parecía tener abuelos elfos. Cuando nos dan a conocer la universidad donde estudiará el protagonista, son inevitables las comparaciones  con el colegio Hogwarts de magia y hechicería de la señora Rowling. Etc…

Pues bien,  a pesar de todo esto, y de  alguna que otra cosa más que pueda sonarnos de viejas aventuras, esta historia parece original de principio a fin… ¿por qué?, ¿qué es entonces lo que marca la diferencia? Honestamente, no lo sé.

Si os gusta, que en lugar de tener que leer 30 páginas describiendo un atardecer, el autor lo resuma en: “era uno de esos atardeceres que sólo suceden en las novelas”;  si sois de los que disfrutáis con una buena venganza servida en un plato bien frío; si alguna vez os habéis preguntado porque las cosas se llaman de ese modo, qué significado tiene y de donde viene, no podéis dejar de acercaros a esta historia.


Pablo Roquero
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