¿Frank Miller como Alfa y Omega
de Daredevil o antes hubo algo más?
¿Merece la pena escarbar en los
albores de la Edad de Plata o es suficiente con disfrutar de los herederos del
Maestro que repitieron continuaron la senda oscura del héroe torturado?
Pues yo creo que sí.
Que es necesario romper
prejuicios, abrir los ojos y dejarse llevar por una época más inocente,
necesitada de superhéroes de línea clara, como ese Daredevil que cuando cierra
las puertas del bufete Nelson & Murdock, se enfunda su traje amarillo y
rojo, y se sumerge en la noche a la caza de malhechores.
Abril de 1964. Esa fue la fecha
en la que llegó a los kioscos norteamericanos el Daredevil #1, The man without fear, el último de la primera hornada
de personajes salidos de la mente de Stan Lee. Por el Universo Marvel ya
pululaban los X-Men, Thor, Hulk, los 4 Fantásticos, Iron Man…pero Stan quería
otro justiciero urbano, similar a Spiderman, que impartiese justicia en la
calles de Nueva York.
Así mismo, llevó al extremo el
lema “superhéroes con superproblemas”
e hizo que Daredevil (Matt Murdock) quedase ciego tras un accidente de tráfico
con un isótopo radioactivo. Sin embargo, el resto de sus sentidos fueron
aumentados y adquirió un radar que le permite emplear sus desarrolladas
habilidades físicas, primero en vengar a su padre asesinado, y después, en
luchar contra el crimen.
No obstante, como encarcelar
maleantes no da para vivir, Murdock, junto a su compañero de facultad, Foggy Nelson regentan un despacho de
abogados con la ayuda de la encantadora secretaria Karen Page, interés
romántico de ambos socios y trama secundaria que llenaría viñetas y viñetas y
viñetas de dudas, ñoñería y frustración amorosa. Aún así, hay que reconocer que
para cuando Page se cansó de tanta calentón desaprovechado y se marchó a los
Angeles a probar fortuna como actriz en el Daredevil
#57, el personaje ya había sido dotado de una mayor profundidad y lejos
quedaba aquella chica sumisa y servicial de los comienzos, salida de “Mad Men”.
Pero, ey, esto no es Esther y su mundo y, el romance sólo era
el entremés, antes del atracón de titánicas luchas que llenaban de acción el
tebeo con un Daredevil enfrentado a una rica galería de villanos: El genio
criminal del Buho, la obsesión psicótica del Gladiador, la impactante imagen
del Zancudo o la violencia trastornada de Mr Hyde compartieron colección con
personajes más olvidables como El Exterminador y los Anihombres, El Trampero, Las
Rana Saltarina o el representante patrio, El Matador (Olé!).
Anyway, para mí, el principal
valor de esta etapa es el artista que se pone a los lápices en Daredevil #20. Un Gene Colan pre-Tumba de Drácula que rompió con convencionalismos anteriores y que hace
saltar por los aires las estructuras clásicas a golpe de splash-pages, perspectivas imposibles, y un vigoroso ritmo por el
que no pasan los años.
Así mismo, teniendo en cuenta el
modelo de trabajo de Marvel (Lee le soltaba un par de ideas al dibujante de turno
que tenía que desarrollarlas como pudiera) de Colan también debe ser el mérito
de abandonar el formato de capítulos autoconclusivos y desarrollar sagas más
ambiciosas que llevan al cuernecitos al Tierra Salvaje y a Vietnam, en historias
compartidas con Pantera Negra, Capitán América o Thor, o en épicos combates,
siempre en inferioridad de condiciones, que le hacen valedor de su apodo de
Hombre sin miedo.
Tal vez, no es la sombría
elegancia de Miller, la conciencia social de Nocenti o el optimismo contemporáneo
de Mark Waid, pero este Daredevil primario, luminoso y aventurero, bien merece la
atención del que se pregunta dónde nació el héroe.
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